-
diciembre 2013
-
noviembre 2013
-
octubre 2013
-
septiembre 2013
-
agosto 2013
-
julio 2013
-
junio 2013
-
mayo 2013
-
abril 2013
-
marzo 2013
-
enero 2013
-
diciembre 2012
-
noviembre 2012
-
octubre 2012
-
septiembre 2012
-
agosto 2012
-
julio 2012
-
mayo 2012
-
abril 2012
-
marzo 2012
-
febrero 2012
-
enero 2012
-
diciembre 2011
-
noviembre 2011
-
octubre 2011
-
septiembre 2011
-
agosto 2011
-
julio 2011
-
junio 2011
-
mayo 2011
-
abril 2011
-
marzo 2011
-
febrero 2011
-
diciembre 2010
-
noviembre 2010
-
octubre 2010
-
septiembre 2010
-
agosto 2010
-
julio 2010
-
junio 2010
-
abril 2010
-
marzo 2010
-
febrero 2010
-
enero 2010
-
octubre 2009
-
septiembre 2009
-
agosto 2009
-
julio 2009
-
junio 2009
-
mayo 2009
-
marzo 2009
-
febrero 2009
Pieza del mes febrero 2010
- La pieza
- Biografía
- El cuadro
- Biografía del artista
- Ficha técnica
INTRODUCCIÓN
Su obra siempre se ha movido dentro de la figuración, la cual ha sido entendida por el artista de muchas formas y maneras creando así un amplio concepto sabiamente convertido en una herramienta creativa de acusada personalidad. No obstante, también tuvo cabida en su producción –aunque en un breve espacio temporal– el análisis del espacio.
Los personajes y objetos reflejados en su obra han pasado por el tamiz creativo del artista y, desde el propio lienzo, desprenden el lado lúdico de la vida, el sarcasmo, la ternura y la modernidad. Son estos personajes apariciones que rozan lo grotesco en sus formas anatómicas, muchas veces desvaídas y trabajadas a golpe de pincel con gamas cromáticas sutiles, nunca estridentes, que van componiendo con delicadeza las formas. El resultado enfatiza el aspecto bonachón de las figuras, todas ellas muy deudoras de la ilustración, etapa que Medina había desarrollado con anterioridad.
Sus creaciones están inmersas en un mundo de hermosos colores conscientemente ubicados sobre el lienzo, cuyos trazos se construyen en pinceladas que van deformando la realidad para que ésta sea escudriñada por el público que, sin lugar a dudas, capta lo onírico en la tela.
La obra que tratamos a continuación representa fielmente la personalidad, la trayectoria y las formas de hacer de Ángel Medina. Su entrada en la colección del Ateneo de Madrid se produce en noviembre de 1959, tras la exposición que el artista realiza en la Sala del Prado, y la publicación de esta muestra pictórica en la Colección Ordinaria de Cuadernos de Arte –n.º 55-. Ha sido restaurado en 2009.
EL CUADRO
Dentro de su estética más purista y meditada, Ángel Medina nos presenta una obra trabajada en una amplia paleta de tonos ocres y sienas que, a su vez, dan título al lienzo. La obra va más allá de la representación de una simple figura infantil –ocupando el lateral derecho- al contraponer el peso compositivo con una escultura a la izquierda que nos evoca las formas de hacer del escultor Alberto Sánchez. Quizá, con la aparición de esta escultura, el autor nos remite a su etapa escultórica, aunando en la tela las facetas artísticas que han tenido importancia en su trayectoria, conjugando así el pasado con el presente.
Las pinceladas recorren la superficie perfectamente ordenadas y construyendo los volúmenes que van apareciendo sutilmente desde el fondo del lienzo a la superficie. Esta manera de depositar la pintura es absolutamente consciente y trabajada, evidenciando, ante la mirada del espectador, una técnica casi gráfica pero siempre basada en la mancha como elemento constitutivo no sólo técnico, sino expresivo. Igualmente es destacable el uso del color. Medina nos subraya a través de las tonalidades ocres lo liviano, el impulso y naturaleza que ofrece un apunte realizado a sanguina, pero con los perfiles completamente definidos a pesar de la sutileza empleada en lograr los contrastes cromáticos.
Esta obra, de los fondos del Ateneo de Madrid, resume perfectamente el contacto que Ángel Medina mantuvo con lo objetual y con lo tridimensional antes de llegar a la pintura –sus inicios escultóricos- y su afán por plasmarlo posteriormente en el lienzo, idea que subyace constantemente en esta tela en la que podemos palpar la herencia de la tradición Surrealista conjugada con el dramatismo del modernismo pictórico español.
Ángel Medina Gutiérrez
(Ampuero, Santander, 1924 – Santander, 2009). Inicia su formación en la Escuela de Artes y Oficios de Santander para en 1948 viajar a Madrid y efectuar su ingreso en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando donde permanecerá hasta 1954. Su formación académica se completa con viajes por capitales europeas que le ponen en contacto con los nuevos lenguajes artísticos.
Su obra puede dividirse en varias etapas, siendo significativo que comienza su producción en la escultura –recibe el premio Estanislao Abarca en 1953– antes de pasar al mundo de la ilustración, algo que le llevará directamente a la creación pictórica. Es a partir de su etapa pictórica cuando Medina comienza a exponer en el circuito comercial, haciéndolo por primera vez en 1953 y en Santander. Entre 1959 y 1963 disfruta de la Beca March y expone en París, siendo ya un artista que destaca en el panorama creativo español por su peculiar lenguaje. No se hacen esperar su aparición en las Bienales ni tampoco los premios que avalan su talento creativo, tan diferente a lo gestado en la España de esos años.
Pese al éxito alcanzado por este artista, ser considerado uno de los grandes pintores de la segunda mitad del siglo XX, por sus innovaciones en el lenguaje creativo y su más que prolífica obra, Medina ha estado durante las últimas décadas olvidado.