-
diciembre 2013
-
noviembre 2013
-
octubre 2013
-
septiembre 2013
-
agosto 2013
-
julio 2013
-
junio 2013
-
mayo 2013
-
abril 2013
-
marzo 2013
-
enero 2013
-
diciembre 2012
-
noviembre 2012
-
octubre 2012
-
septiembre 2012
-
agosto 2012
-
julio 2012
-
mayo 2012
-
abril 2012
-
marzo 2012
-
febrero 2012
-
enero 2012
-
diciembre 2011
-
noviembre 2011
-
octubre 2011
-
septiembre 2011
-
agosto 2011
-
julio 2011
-
junio 2011
-
mayo 2011
-
abril 2011
-
marzo 2011
-
febrero 2011
-
diciembre 2010
-
noviembre 2010
-
octubre 2010
-
septiembre 2010
-
agosto 2010
-
julio 2010
-
junio 2010
-
abril 2010
-
marzo 2010
-
febrero 2010
-
enero 2010
-
octubre 2009
-
septiembre 2009
-
agosto 2009
-
julio 2009
-
junio 2009
-
mayo 2009
-
marzo 2009
-
febrero 2009
Pieza del mes julio 2011
- La pieza
- Biografía
- El cuadro
- Biografía del artista
- Ficha técnica
En nuestras visitas al Museo del Prado han sido muchas las ocasiones que nos ha llamado la atención ver en una de sus salas la figura del copista. Figura ésta ligada al museo, y rodeado de todos sus utensilios pictóricos, un artista rompe la monotonía de las salas y copia alguno de los cuadros más famosos que cuelgan de las paredes de la pinacoteca. Ejercicio común en el siglo XIX –entre los estudiantes de las Academias– la reproducción o copia de obras de los grandes maestros de la pintura sigue de moda en nuestros días y da respuesta al deseo de poseer aquello único que, a través de la reproducción, llega a nuestro universo privado. Pero este ejercicio va más allá que el realizar una simple mímesis del objeto ya que, a través del mismo, el artista analiza y se instruye en las formas de hacer de los grandes maestros de la pintura.
Formando parte de la colección del Ateneo de Madrid se encuentra este lienzo que reproduce la afamada obra de Tiziano Dánae recibiendo la lluvia de oro, obra que entró en la colección de la docta casa en el siglo XIX y cuyo autor, hasta el momento, nos es desconocido. No obstante, esta copia presenta buenas maneras en su técnica y debe ponernos en contacto con los academicistas de finales de la centuria decimonónica que, posiblemente, frecuentaron también en aquellos años el Ateneo de Madrid.
El cuadro
Danae recibiendo la lluvia de oro. Copia de Tiziano por Anónimo del siglo XIX
La excepcional y personal obra de Tiziano abrió nuevas maneras de hacer dentro de la Escuela Veneciana del siglo XVI. Su opulencia en el colorido, su vigor en el trazo de las pinceladas y el brío al depositar éstas en el lienzo, confirieron unas características únicas que vinieron a diferenciar a los artistas venecianos del resto de sus colegas europeos.
Con el nombre de Poesías, Tiziano emprende la realización de varios lienzos donde el tema mitológico, basado en la Metamorfosis de Ovidio, es el protagonista. Estos cuadros habían sido encargados por el monarca español Felipe II quien, considerablemente, apreciaba la pintura de Tiziano. El destino de estas obras –entre las que se encuentran El rapto de Europa, Venus y Adonis, Diana y Acteón, Diana y Calisto, Andrómeda y Perseo y Dánae recibiendo la lluvia de oro– eran las estancias privadas del católico monarca. Son lienzos donde, sin lugar a dudas, se respira la sensualidad de la figura femenina en todo su esplendor tomando como excusa la temática mitológica.
El cuadro representa el mito de Dánae. Hija del rey Acrisio, Dánae es encerrada por éste, en una alta torre, al profetizarse en el oráculo la muerte del monarca a manos de su nieto. Con el encierro de la joven, evitaría que Dánae quedase embarazada y con ello guardaría su vida. Pero la profecía siguió su destino cuando el dios Zeus se transforma en una tormenta de lluvia de oro para poseer a Dánae en su encierro, momento elegido por Tiziano para ejecutar el lienzo.
La sensualidad del desnudo es desbordante y protagonista, si bien en esta obra podemos apreciar también otras alusiones. Dánae es representada junto a un pequeño perro que queda recostado a su lado, símbolo de la fidelidad y que encontramos abundantemente en la iconografía femenina del renacimiento, siempre al lado de la dama y en alusión a la lealtad de ésta a su esposo. No obstante podemos ver como Dánae roza al can con su dedo corazón, por lo que la escena ha plasmado el concepto de fidelidad de la mujer hacia el hombre. Por otro lado la representación de la codicia, latente en la figura de la criada que extiende su mandil para recoger el oro que cae en forma de lluvia y la representación de la figura de Zeus, el amante, en forma de virulenta tormenta. La inclusión de esta simbología no está exenta de manifestar en un mensaje la idea del amor y sus cualidades más apreciadas, sobre todo cuando Felipe II acaba de concertar su matrimonio con María I de Inglaterra –en la misma fecha de realización del citado lienzo– y tras haber enviudado de su primera esposa, Maria Manuela de Portugal.
La composición del lienzo es clara a la hora de situar las figuras en el espacio. Tiziano emplaza a Dánae recostada, exhibiendo su desnudez y abriendo sus piernas. El cuerpo de una joven que contrasta con la figura de la criada de tez oscura, enjuta y envejecida, diferenciando así la lozanía y la vejez. En la zona superior la representación del dios Zeus en forma de amenazantes nubes que arrojan el oro sobre la figura de la princesa de Argos, Dánae. El colorido y la riqueza cromática de sus pinceladas, hacen de este lienzo uno de los ejemplos claves de la pintura de la Escuela Veneciana.
Cabe destacar que Tiziano abordó años atrás este tema mitológico en una representación casi igual a la que nos ocupa –custodiada en el museo Capodimonte de Nápoles– salvo que las diferencias son evidentes. Sobre todo en las encontramos en las pinceladas y los contornos de las figuras, más ligeros y sueltos en el lienzo que posee el museo del Prado, lo que dota de mayor sensualidad a la pintura.