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Pieza del mes octubre 2010
- La pieza
- Biografía
- El cuadro
- Biografía del artista
- Ficha técnica
INTRODUCCIÓN
El llamado Saloncito del Ateneo –junto con el Salón del Heraldo y el Salón Nancy– fue uno de los primeros espacios que se abrieron en Madrid como alternativa y revulsivo a las exposiciones oficiales y al tan acusado academicismo que abundaba en éstas. Un espacio que acogía exposiciones de artistas que, poco a poco, se transformó en un emblema de la Vanguardia donde los mejores autores colgaban sus obras y que sirvió de crisol a nuevos conceptos, movimientos y escuelas. Así, a partir de 1916 las exposiciones en el Saloncito se hacen de manera constante, exponiendo mensualmente artistas como Paul Sollmann, Kurt Leyde o Juan Echevarría, los primeros en exhibir sus obras pictóricas en este espacio y a los que sucederán relevantes nombres del panorama artístico nacional e internacional, aquellos que en su día recibieron el apelativo de «transgresores» y que estaban llamados a revolucionar las artes plásticas. Pero aquel mítico espacio no surgió de la nada, sino de la gran necesidad y avidez de Modernidad de un grupo de intelectuales que a través del arte manifestaban sus formas de hacer. La propia Rosa Chacel participó en la creación del Saloncito, pues según ella, antes de escritora quería ser pintora y el Ateneo de Madrid ofrecía la posibilidad de manifestar nuevos lenguajes.
Eran tiempos donde se acuñaban nuevos conceptos ante los atónitos ojos de un público anhelante de novedades que daba su beneplácito de manera eufórica. Intelectuales, escritores y estetas se reunían apoyando a los nuevos artistas en largas e intensas veladas, muchas veces animadas por personajes de la farándula. Tal fue el caso de la exposición que el fotógrafo Cartier Bresson realizó en el Saloncito en 1931, donde la bailaora Antonia Mercé, La Argentina, amenizó con sus bailes la muestra.
Rafael Alberti, Juan Cristóbal, Ismael González de la Serna, Alberto Sánchez o José Moreno Villa, por citar algunos, expusieron en el Saloncito sus obras, muchos de ellos por primera vez y a modo de bautizo artístico. También fue espacio donde se fraguaron grandes hitos del arte contemporáneo español. Antes de emprender su viaje a Nueva York –donde en 1927 obtuvo un gran éxito de crítica– el Saloncito acogió la exposición de la Unión de Dibujantes Españoles y en 1933 cerró sus puertas con la I Exposición de Arte Revolucionario, cuyo éxito hizo que largas colas se agolparan en su entrada para contemplarla.
Fue el Saloncito, sin lugar a dudas, el espacio artístico más importante de Madrid en las tres primeras décadas del siglo XX y, además de referente en la Vanguardia artística española, un espacio gestado por los intelectuales más relevantes de aquellos años.
LA PIEZA
Excepcional documento gráfico para la historia de la institución, la presente fotografía muestra la antigua sala de exposiciones del Ateneo de Madrid conocida como el Saloncito. Sin embargo, esta imagen va más allá, ya que nos muestra un acontecimiento único que tuvo lugar en este espacio que acogió a tantos y relevantes artistas: la subasta de los bienes artísticos que pertenecieron al doctor Luis Simarro (Roma, 1851 – Madrid, 1921), cuya exposición y puja se realizaron en el Saloncito del Ateneo de Madrid en los meses sucesivos a la muerte de éste, acontecida en 1921 y tras acuerdo de subasta con su familia. Los vínculos del doctor Simarro con el Ateneo fueron constantes y estrechos, ya que fue socio de la institución (socio nº 3.644 y documentado desde 1886 hasta su muerte) frecuentando su cátedra de medicina, presidida por su colega Santiago Ramón y Cajal (socio nº 6074) y entabló una gran amistad con el escritor Juan Ramón Jiménez.
Esta curiosa imagen –obra firmada por el fotógrafo Pío y Salazar– es una fuente documental de gran valor donde podemos contemplar la estética predominante en las exhibiciones de aquellos años, además de observar la sala de exposiciones del Ateneo justo tres años antes de su remodelación y de la apertura de Santa Catalina, nueva sala que sustituyó posteriormente al Saloncito. Por otro lado, pone de manifiesto la importancia que jugó el Ateneo de Madrid en la familia Simarro y la vinculación entre ambos. El hecho de realizar la subasta de bienes en las dependencias del Ateneo no es un hecho novedoso, aunque prácticamente excepcional si tenemos en cuenta que sólo hay otra subasta documentada: la que se realizó a finales del siglo XIX con motivo de recaudar fondos para los damnificados de unas terribles inundaciones en Murcia.
De las pinturas expuestas a lo largo de las paredes, son reconocidas y destacables las cuatro que ocupan el centro de la imagen por tratarse de obras realizadas por Joaquín Sorolla (socio nº 6.360) y gran amigo de Luis Simarro. De estas cuatro llaman la atención los dos retratos que el reputado artista valenciano hizo de su amigo el doctor Simarro, obras que hoy en día se encuentran en la Colección de la Universidad Complutense de Madrid. Respecto a las otras dos –retratos de campesinos o cigarreros– se hallan dentro de la colección del Museo Sorolla de Madrid.