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Pieza del mes febrero 2011
- La pieza
- Biografía
- El cuadro
- Biografía del artista
- Ficha técnica
INTRODUCCIÓN
En la década de 1950 el Ateneo de Madrid apostó por los artistas más jóvenes ofreciéndoles un lugar donde exponer su obra: la sala del Prado. Organizando exposiciones bajo la supervisión de Vicente Cacho Viú, y posteriormente de José Luis Tafur, el desfile de aquellas promesas del arte español era continuo y daba un aire fresco al enrarecido panorama artístico de la ciudad que había quedado sesgado por la Guerra Civil. Vázquez Díaz abría esta mítica sala con su famosa obra El niño ciego, lienzo que convulsionó a los más jóvenes artistas que veían en él algo totalmente diferente, nuevo y moderno.
De la infertilidad artística de los años cuarenta se pasó a una frenética actividad de la que iban a salir los máximos representantes del arte contemporáneo español: Antonio López, Manolo Millares, Lucio Muñoz, Manuel Rivera y así un largo etcétera que deja constancia de la calidad de artistas que exhibieron sus obras en esta sala.
Luis Garrido fue uno de aquellos artistas que expuso sus obras en las salas del Ateneo de Madrid. Recuerdo de aquella muestra en el Ateneo, en 1955, es este lienzo que nos presenta a un joven Garrido que experimenta en sus trazos pictóricos lo que más tarde convertirá en tramas y urdimbres.
LA PIEZA
A pesar de ser una obra de inicios y no estar dentro de la producción en la que Garrido va a trabajar –los tapices– el Retrato de un campesino comiendo sandía es uno de esos lienzos de juventud donde se respira la frescura de un joven artista y el preludio de una figura importante en el mundo de las artes. La representación de la figura humana es contundente. El uso de la línea –a modo de contornos y dintornos de fuertes contrastes– construye los volúmenes y enmarca un fuerte dibujo donde el color, el óleo, reposan. No obstante la línea no sólo se acusa en la construcción de los elementos formales del lienzo, sino en aquellos que, a pesar de su carácter secundario, son imprescindibles para reforzar la composición. Ejemplo de esto último es la realización de los ropajes del personaje y las líneas que, siendo surcos, refuerzan la figura y el fondo donde se ubica en una clara intención y primacía de la línea recta sobre la curva y la repetición de ésta de una forma incansable como elemento constructivo y decorativo.
Lo ingenuo y la frescura, aparentemente, vienen ofrecidos por el uso del color y la sencillez del mismo, trabajado en gamas neutras y naturales que refuerzan la escena en su conjunto y totalidad.
La obra entró a formar parte de la colección del Ateneo de Madrid tras la exposición del artista en 1955.
BREVE BIOGRAFÍA DEL ARTISTA
Luis Garrido Álvarez
(Madrid, 1925). Tras estudiar pintura con Eduardo Peña, pronto se decantó por el mundo del tapiz, completando su formación en la Manofacture Nationale des Gobelins de París, estudios que compatibilizaba con la facultad de Bellas Artes de la misma ciudad. Sin embargo será el mundo del tejido el que capte su atención creativa la cual será reforzada por estudios en este campo. Tras la muestra realizada en el Ateneo de Madrid, en 1960 exhibe en Biosca sus tapices, a la que seguirán las muestras en otras galerías y el regreso al Ateneo de Madrid.
Tras una primera etapa de barroquismo en sus composiciones y obras textiles, pronto el círculo se convertirá en la base de sus planteamientos, derivando hacia formas más geométricas de ricas e intensas tonalidades y texturas que provienen del estudio de las técnicas artesanales más antiguas.
Sus exposiciones han sido abundantes en las décadas de 1950, 1960 y 1970, concurriendo con estas muestras a galerías nacionales e internacionales, así como en salones o ferias donde el tapiz ha sido el protagonista.