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Pieza del mes septiembre 2010
- La pieza
- Biografía
- El cuadro
- Biografía del artista
- Ficha técnica
INTRODUCCIÓN
A partir del segundo lustro de la década de 1950, el arte español arraiga en nuevos lenguajes estéticos que pautarán un giro radical hacia las tendencias contemporáneas. En estas nuevas formas de hacer o entender el arte, y en torno a ellas, una serie de jóvenes artistas ven un campo abierto a los nuevos lenguajes creativos y el Ateneo de Madrid inmediatamente se hizo eco de aquellos autores que necesitan espacios para exhibir sus obras. La sala Santa Catalina había jugado un importante papel en el Arte de Vanguardia y ahora ajustaba su maquinaria para dar cobijo a otros artistas que emergían con fuerza. La demanda de su espacio fue tal que pronto el Ateneo abrió otra sala aledaña “para jóvenes talentos” denominándola Sala del Prado, cuya actividad fue un frenesí de exposiciones por donde iban dándose a conocer artistas con los más diversos lenguajes. En medio de este ambiente toda una generación de creadores se aglutinaba en un espacio para exponer que, además, fue fundamental para poner en contacto diferentes inquietudes que iban a enriquecer con sus lenguajes el panorama artístico español.
Josep Guinovart tomó por primera vez contacto con el Ateneo de Madrid en 1959, cuando realizó su primera exposición en la Sala del Prado. Aquella muestra se vio respaldada por un catálogo dentro de la Colección Ordinaria de Cuadernos de Arte. Concretamente le fue dedicado el número 45 con textos de Cesáreo Rodríguez Aguilera de Prat. En enero de 1965, ya consagrado como artista, volvió a exponer en el Ateneo de Madrid, esta vez en la sala Santa Catalina, reservada para artistas renombrados y será otra vez Aguilera de Prat quien le escriba, con el número 182, el pertinente Cuaderno de Arte que dejará constancia de la exhibición. Periódicos como La Vanguardia, Triunfo o Pueblo, entre otros muchos, se hicieron eco de esta muestra donde el artista mostraba un universo poético subjetivo. Testimonio de aquella exposición es la obra que nos ocupa, la cual entró a formar parte de la colección del Ateneo de Madrid por donación de Guinovart al concluir su exhibición.
LA PIEZA
Atestiguando la exposición que Guinovart realizó en el Ateneo de Madrid, la obra responde a las maneras de hacer del artista dentro del lenguaje poético-subjetivo manifestado por la plástica de los volúmenes y los materiales que componen la obra. En esta pequeña obra el modelado de la superficie viene dado no sólo por el volumen y la textura, sino por las propias zonas de color que, con su precisa ubicación, constituyen una fragmentación que vuelve a unirse entre sí por medio de los volúmenes físicos. Guinovart plantea un orden de elementos en un pequeño espacio donde una aparente agresividad de masas queda sometida a la sensibilidad del artista y al lirismo en las texturas enfatizadas por las pinceladas. El cromatismo evidencia un centro compositivo que capta directamente al espectador –convirtiéndose en un punto focal y referencial– y del que también parte la propia volumetría de la obra por medio de la inserción de objetos metálicos que pasan casi desapercibidos constituyendo así una composición exógena ajustada en su crecimiento al sentido de las agujas del reloj, al paso tiempo…
No hay que olvidar, a la hora de contemplar esta obra, los trabajos que Guinovart realizó como muralista, algo que manifestará constantemente en su producción a través de las texturas y la inserción de materiales. Respecto a las gamas cromáticas es palpable la influencia poética de Federico García Lorca, admirado y figura recurrente en la obra de Guinovart: grises, amarillos y ocres homenajean al poeta granadino.
BREVE BIOGRAFÍA DEL AUTOR
Josep María Guinovart
Josep María Guinovart (Barcelona, 1927- 2007). Formado en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona –donde entra en 1944– pronto destaca en su hacer logrando la Beca de Fomento de las Artes Decorativas en 1946. Dos años más tarde realiza su primera exposición y en 1949 asiste a los cursos sobre arte experimental de Ángel Marsá, lo que le lleva al año siguiente a exponer en la Trienal de Milán. En 1952 es becado por el Instituto Francés en París, ciudad donde conocerá la obra de grandes artistas como Matisse y Cezanne y profundizará en el análisis de movimientos como el Cubismo. Es en este mismo año cuando expone en la galería Biosca de Madrid y colabora con el grupo Dau al Set, además de concurrir a la Bienal de Venecia. Su faceta figurativa queda en estos años abandonada a favor de una abstracción plena donde la materia es protagonista y vehículo poético de su lenguaje, donde los objetos son utilizados tras una intensa manipulación pero sin llegar a despojarlos de su carácter natural.
En 1965 realiza su exposición antológica en el Ateneo de Madrid, bajo la coordinación de Carlos Areán. Ha quedado consagrado como una de las máximas figuras en la pintura contemporánea y su obra se extiende también al soporte gráfico. Se suceden las exposiciones, tanto nacionales como internacionales, y es figura obligada en las Bienales y otras muestras de carácter internacional. A partir de 1980 le llegan importantes premios a su trayectoria, entre ellos el Premio Nacional de Artes Plásticas, consagrándose con la exhibición de sus obras en los mejores museos del mundo.