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Pieza del mes junio 2010
- La pieza
- Biografía
- El cuadro
- Biografía del artista
- Ficha técnica
Singular personaje en la vida del Ateneo de Madrid, Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, Pontevedra, 1866- Santiago de Compostela, 1936) personificó una de las etapas más importantes de la institución. Elegido presidente de la Docta Casa en 1932, habitó junto con sus hijos las dependencias del Ateneo mientras desempeñó el cargo. Su peculiar personalidad y fisonomía dieron origen a diferentes caricaturas sobre su imagen que, en la época y al igual que sucedió con otros renombrados personajes, inundaron los medios gráficos.
En las décadas de 1920 y 1930 la caricatura queda elevada a uno de los máximos medios de expresión gráfica y son muchos los artistas que reflejan el intimismo de su obra dentro de este género. El desarrollo e incremento de las publicaciones periódicas pronto se convierten también en una fuente de ingresos para el artista y las páginas de los medios escritos dedican importantes espacios a reflejar, por medio de la caricatura, una crítica social nunca exenta de sarcasmo. Sin lugar a dudas el arte de Vanguardia contribuyó de manera explícita al desarrollo de la imagen hiperbólica que sintetizaba una realidad en simples trazos de líneas y manchas, construyendo lo esencial y exagerando lo peculiar. Los factores sociales y políticos eran prioritarios objetivos de una crítica que se apuntala en lo visual, en la imagen.
De las páginas de los periódicos, estas caricaturas se materializaron en la escultura o la pintura. Grandes artistas ya habían cultivado la sátira con anterioridad dentro de su producción, desde Goya a Matisse, así que los autores contemporáneos no dudan en hacer una revisión del género.
El Ateneo de Madrid abrió sus salas para, en varias ocasiones, dar cobijo a este lenguaje artístico que además de provocar la sonrisa del espectador, dejaba constancia de los acontecimientos o personajes de una época.
Retrato-caricatura de Valle-Inclán
Acostumbrados a la distintiva e inconfundible imagen del escritor, la efigie se nos presenta recogiendo cabalmente la semblanza de Valle-Inclán. Actúan como base unos libros superpuestos que dispensan el apoyo a una cascada de bandas que, aglutinadas y con un grácil movimiento ondulado, conforman la barba del escritor hasta concluir en un rostro que parece emerger de ésta. Formas sintetizadas componen su apéndice nasal, así como sus ojos que observan tras unas lentes que retuercen la línea hasta curvarla en apariencia de ocho. La ausencia de labios nos hace pensar en que el verbo del autor está precisamente en la base de la escultura: los libros, objetos compuestos por páginas donde da orden a sus palabras. La cabeza del autor de Luces de Bohemia parece emerger de su propia creación literaria, clavándose en la misma con un ligero movimiento de inestabilidad en el conjunto.
Son muchas las caricaturas que tomaron la figura de Valle-Inclán como referencia. Su personal iconografía contribuyó a que el escritor fuera satirizado en muchas e incontables ocasiones.
El Ateneo de Madrid fue lugar propicio para el cultivo de la caricatura: por un lado por los renombrados personajes de la vida cultural, social o política que lo frecuentaban; por otro por las innumerables anécdotas que de la docta casa salían. Ya en 1903 Ignacio Pinazo realizó unas caricaturas donde reflejaba a personajes del Ateneo –pieza que forma parte de la colección de la institución– y más tarde, las propias salas de exposiciones, el Saloncito y Santa Catalina, no dudaron en abrir sus puertas a este género que contaba con el beneplácito del público más exigente. La caricatura no era sólo una mera forma de representación artística, sino que llevaba implícito otros conceptos que agudizaban tanto la imaginación del artista a la hora de crearla, como la del espectador cuando la contemplaba.
Las salas de exposiciones del Ateneo acogieron varias muestras sobre caricaturas. Además de la que en 1933 realizó Patricio Sánchez, en 1925 destacaron las exposiciones de Romero Escaena y de Sacul, ambas con obras exclusivamente de rango caricaturesco. En 1936 de la muestra de Manuel del Arco se llegó a editar catálogo. Otras muestras también incluían este género, tal y como ocurrió en la exposición de la Unión de Dibujantes –celebrada en el Ateneo en 1927, previamente antes de ser exhibida en Nueva York– donde K-Hito mostró caricaturas.
Sánchez Álvarez
A pesar de las investigaciones llevadas a cabo, desconocemos el nombre completo del autor, no siéndonos posible realizar un breve comentario biográfico sobre su autoría con una total seguridad.
Consultando las bases de datos disponibles, se nos ofrece la posibilidad de barajar un nombre, un posible autor, el escultor Patricio Sánchez, quien en abril de 1933 expuso en la sala Santa Catalina del Ateneo de Madrid unas esculturas de caricaturas trabajadas en láminas metálicas y alambre, siguiendo quizá la tendencia estética y creativa que Ramón Acín había consolidado, en la misma sala, con su exposición de 1931. No obstante, la escultura que tratamos está datada en 1932 ya que tenemos constancia documental de su exhibición en la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese mismo año y dentro de la sección dedicada a las Artes Decorativas. No podemos obviar que ésta formara parte, un año más tarde, de la muestra con la que Sánchez Álvarez concurrió en el Ateneo.
Aún con la proximidad de las fechas citadas y las coincidencias tipológicas –todas ellas contrastadas en las fuentes documentales– la escultura no ha sido adjudicada al escultor Patricio Sánchez.