Antonio López y el Ateneo de Madrid

Llené de cuadros la sala, las dos salitas. Únicamente no pude colgar un cuadro: la cabeza de una mula que hice en Tomelloso. Lucio Muñoz fue quien me ayudó a colocar los cuadros.

La exposición gustó mucho, pero no se vendía nada… como coincidió la Navidad de por medio me prorrogaron unos días (25 en total), algún amigo me echó una mano, trajo a otros amigos y acabé vendiendo casi todos los cuadros. Eso supuso mucho para mí. En aquel momento estaba acabando el servicio militar y ya aquello fue muy importante (…) Celebré mi exposición. Nos fuimos a cenar a un restaurante modesto, El Santuario, que estaba en la calle Echegaray, ya desaparecido, y después fuimos a Sésamo, en la calle del Príncipe… un fotógrafo nos hizo una foto en la que estamos todos: el poeta Eladio Cabañero, un poeta de Tomelloso al que yo quería mucho, Lucio y Amalia Avia, que eran novios, Paco López con Isabel Quintanilla, que eran novios, Julio López con Esperanza Prada, que eran novios, y dos o tres compañeros míos de mili y Francisco Barón. Todos estamos sentados en una mesa con una especie de cuadro detrás con la cara de un payaso… queda ese testimonio. Esta foto personal es un momento muy importante para mí, los que estamos ahí, lo guapos y jóvenes que estamos…

Las críticas a la exposición fueron muy buenas y grandes. Había muy pocas cosas, no conocíamos a los críticos, no éramos amigos de ellos. Pasaban pocas cosas en aquellos años y la atención la retenían unas pocas cosas que pasaban, y el Ateneo era importante, acaparaba esa atención. Mi exposición del Ateneo recibió muy buenas críticas.

Mi catálogo lo hizo José Luis Sánchez, al que conocía mucho. El que te hicieran un catálogo en aquella época era algo extraordinario… José Luis me eligió las fotografías para el catálogo. El cuadro de la portada de mi catálogo no lo elegí yo. Tenía un cuadro, unos retratos de mis abuelos, que yo quería poner como portada. Me gustaba. Pero José Luis Sánchez eligió un bodegón que tenía una cabeza griega… estaba sin acabar el cuadro, salvo la cabeza, y Jose Luis me dijo que le gustaba ese… se lo llevó a la imprenta y luego me lo devolvió para acabarlo. Que te hicieran un catálogo y lo que eso suponía… no lo voy a olvidar nunca. A Lucio Muñoz, que expuso un año más tarde que yo, el texto se lo hizo Sáenz de Oiza. Yo no le conocía y allí le vi. Dentro de la modestia de los tiempos, eran magníficos.
Lucio me decía que el texto me lo tenía que hacer Cela… (Antonio ríe)… y yo le decía ¡¡pero Lucio, cómo me lo va a hacer, si no le conocemos… mira qué alto picábamos!! Yo me fui a quien había escrito unas cosas muy bonitas de mí cuando unos meses antes participé en una exposición sobre arte manchego en la Dirección General. Me deslumbró mucho lo que decía de mí y le veía cómplice con mi trabajo… no veía sentido a que fuera Cela… pero Lucio, que me quería mucho, pensaba que ese texto le iba a dar un gran empujón a la exposición… pero, de todas formas, tuvo ese empujón sin Cela. Yo pensé para que me hiciera el texto en Joaquín de la Puente, al que conocía. Y en la tarde de mi inauguración Joaquín leyó el texto y Enrique Lafuente Ferrari, profesor mío, también estuvo…