UNA PROEZA Y UN ENIGMA: LA EXPEDICIÓN BALMIS E ISABEL SENDALES
Artículo de María Teresa Arias Bautista, publicado el 19 de junio de 2020 en las Tertulias Telemáticas del Ateneo de Madrid.
En estos días aciagos en que se ha recuperado el nombre de “Balmis” para designar la operación que están llevando a cabo las Fuerzas Armadas con motivo de la pandemia de COVID-19, es necesario, igualmente, recuperar el de su colaboradora Isabel Sendales.
UNA PROEZA
“Ayer zarpó de este puerto la corbeta María Pita, al mando del Tenientede Fragata de la Real Armada D. Pedro del Barco, llevando a su bordo los individuos de la expedición filantrópica destinada a propagar en América y Filipinas el precioso descubrimiento de la vacuna”.
Así anunciaba la «Gaceta de Madrid» el inicio de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, financiada por la corona. El 26 de diciembre de 1803, zarpaba de La Coruña un reducido grupo de personas: junto a la marinería y su capitán, cuatro médicos, uno de ellos el director, coronel Francisco Javier Balmis, dos practicantes, cuatro enfermeros (todos ellos militares), una mujer y 21 niños, algunos de corta edad. Se dirigía a las colonias ultramarinas con la misión de atajar la viruela que, regularmente, esquilmaba la población.
Durante siete años esta proeza inconmensurable discurrió por aquellos mundos penosamente, debido a las condiciones extenuantes del viaje y los exiguos medios de que disponía. Superando infinitas dificultades dejó un rastro indeleble en Puerto Rico y Cuba, en América del Centro y del Sur hasta Chiloé, en América del Norte hasta las provincias mejicanas más septentrionales y, finalmente, en Filipinas.
Su objetivo la erige en primera misión humanitaria de la historia y consolida a sus artífices como indiscutibles héroes y heroína pues antepusieron su buena fe y el deseo de procurar la salud y el bienestar a seres desconocidos y lejanos, a la propia satisfacción y comodidad personal.
Ello contradice abiertamente la inveterada opinión que tacha al pueblo español hasta el presente de aprovechado, tiránico, depredador… Ha prevalecido esa mirada sinuosa a través del prisma de la leyenda negra interesada y maledicente. Indudablemente, como todos los pueblos que han transitado por la historia, el español tiene sus sombras, pero también sus luces. La expedición enviada por Carlos IV para aliviar a sus súbditos de las mortíferas y reiteradas epidemias de viruela, es una de ellas. Luz incardinada en las luces ilustradas deseosas del avance de las gentes. Luz que salvó a miles y miles de personas de forma directa y a millones de forma indirecta, al establecer, en su avance, las Juntas de Vacunación y los protocolos para vencer tan horrenda enfermedad.
Sabemos que otros colonizadores europeos actuaron de forma bien distinta aunque, más ladinos, se han encargado de no ser vapuleados por la memoria. Sin ningún tipo de remordimiento empaparon mantas con el infecto mal de la viruela para despachar a los pobladores indígenas de sus territorios.Una proyectada y encubierta guerra bacteriológica.
UN ENIGMA
Las mujeres en general y algunas en especial se han dedicado al cuidado y han recibido por ello poco reconocimiento. Entre ellas se encuentra Isabel Sendales, un enigma que probablemente persistirá por la poca importancia conferida a su colaboración.
Su nombre salta a la historia el 14 de octubre de 1803, al ser sumada a la expedicióna propuesta de Balmis y de Ignacio Carrillo, presidente del Hospital de la Caridad:
“Conformandose el Rey con la propuesta de Vm. y del Director de la expedición destinada a propagar en Yndias la inoculacion de la vacuna, permite S.M. que la Rectora de la Casa de Expósitos de esa Ciudad sea comprehendida en la misma expedición en la clase de Enfermera con el sueldo y aiuda de costa señalada á los Enfermeros, para que cuide durante la navegacion de la asistencia y aséo de los Niños, que haian de embarcarse, y cese la repugnancia, que se experimenta en algunos Padres de fiar sus hijos al cuidado de aquellos sin el alivio de una Muger de providad...” (1) .
Gracias a este nombramiento Isabel ha sido reconocida no solo como la primera enfermera española, pues así quedó inscrita recibiendo un sueldo como tal,sino como la primera enfermera internacional de la historia. (2)
Vano ha sido el intento de recuperar algún dato sobre su vida. Nada se sabe de sus orígenes, ni de su edad o estado. Se ha supuesto que era viuda porque se la califica de “honrada” y tal categoría moral no podía recibirla una mujer con un hijo sin haber estado casada y de virtud probada “mujer de providad”. Por otro lado, existe gran confusión en torno a su primer apellido, diferente según el escribano que lo estampara en los escritos: Sendales, Sendala, Zendala, Cendala, Gandalla, Sandalla, Cendalla. (3)
Sabemos que cuidó la vida y salud de unos niños, en torno a cien, que se precisaron para conservar en sus bracitos el fluido destinado a una vacunación masiva, la primera conocida por la humanidad. Desconocemos lo que fue de ella tras el periplo, así como el lugar donde reposan sus restos. Se ha aventurado que se quedó en la ciudad mejicana de Puebla de los Ángeles, pero no hay constancia documental de ello. Nada impide imaginarla, dadas las proporciones de la aventura en que se embarcó, su soledad como mujer entre varones en aquel tiempo tan diferente y la agotadora tarea protagonizada, dotada de fuerza, carácter y capacidad para abrazar la vida sin miedos, gazmoñería o sentimentalismos.
Balmis alabó su comportamiento en varias ocasiones:
“...con el excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud, infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible Madre sobre los 26 angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde La Coruña y en todos los viajes y los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades”. (4)
¿Qué hubiese ocurrido de haber sido Isabel inglesa, francesa o norteamericana? Seguramente se le hubiesen erigido monumentos, se le hubiesen dedicado homenajes, libros, documentales y películas. Su nombre habría bautizado hospitales, colegios, fundaciones y multitud de calles, y figuraría en los libros de historia al lado de célebres mujeres como Florence Nightingale.
Lamentablemente fue española y su rastro se desvaneció silenciosamente. Pudiera ser que las trágicas vicisitudes socio-políticas de la España peninsular y ultramarina, sacudida por la Guerra de la Independencia española y americana, colaboraran a ello, al igual que sucedió con sus compañeros de viaje y la propia gesta, aunque se pensase de otro modo en su momento. Edward Jenner, el descubridor de la vacuna, comentaba a su amigo el Rvdo. Dibbin: “No me imagino que en los anales de la historia haya un ejemplo de filantropía tan noble y tan extenso como éste”. Humboldt, el afamado explorador, escribiría por su parte en 1825: “Este viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia”.
La realidad es que hoy son pocas y muy determinadas las personas que saben de tan magna misión, de sus artífices masculinos y mucho menos de la mujer que les acompañó. Se hace pues imprescindible recordarla para que su nombre, como el de otras heroínas, quede anclado definitivamente en la memoria colectiva.
(1) Ramírez Martín, Susana M.ª, “Única mujer participante en la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna: Dña. Isabel Sendales y Gómez”. Actas de IX Congreso Internacional de Historia de América, tomo II, Editora Regional de Extremadura, Badajoz, 2000: 271-6.
(2) Nieto Antúnez, Pastor, “La Rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña, excepcional y olvidada enfermera en la expedición Balmis”, Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses. Editorial Venus. La Coruña, 1981, p. 23.
(3) Ramírez Martín, Susana M.ª y Tuells, José, “Doña Isabel, la enfermera de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna”, Vacunas, 2007; 8 (3): 160-6.
(4) Ramírez Martín, Susana M.ª, “Única mujer participante...Op. Cit., pp. 271-6.
María Teresa Arias Bautista
Presidenta de la Agrupación Ateneísta de
Estudios sobre las mujeres “Clara Campoamor”