Exposición de Raúl Hernández
Exposición de Raúl Hernández. Sala Prado 19. Del 16 al 30 de noviembre. Inauguración 17 de noviembre, 20.00 horas. Horarios: 11 a 14 horas y de 18 a 21 horas. Imágenes. Raúl Hernández: la casa que lo habita, por Sabas Martín. Citas en medios: 1 | 2 |Entrada libre.
“Un propósito claro: el de que la pintura, sus cuadros, se conviertan en un lugar. Un lugar que es el espacio doméstico, el sitio reconocible donde transcurre la cotidianeidad. Es, podría decirse, una pintura de “interiores” que, a su vez, germina en su propio interior”.
RAÚL HERNÁNDEZ: LA CASA QUE LO HABITA
En cierta ocasión Picasso dijo: “En aprender a pintar como los pintores del renacimiento tardé unos años; pintar como los niños me llevó toda la vida”… En otro momento afirmó que en su pintura “faltaba la torpeza de un niño, su ingenuidad”. Y ello no es más que la formulación verbal de esa vieja máxima de “desaprender para aprender” que se cumple sobradamente –con matices, ramificaciones y consecuencias diversas- en el devenir del arte de nuestros días. Raúl Hernández, en las obras que aquí nos presenta, ha hecho suya la lección. Deliberadamente ha “desaprendido” a pintar para buscar esa mirada original que recrea la realidad desde una otra visión donde confluyen la inocencia y la ingenuidad. Y lo hace, además, con un propósito claro: el de que la pintura, sus cuadros, se conviertan en un lugar. Un lugar que es el espacio doméstico, el sitio reconocible donde transcurre la cotidianeidad. Es, podría decirse, una pintura de “interiores” que, a su vez, germina en su propio interior. Para hacerlo posible ha buscado al niño que vive en él y, desde esa identidad, con ese mirar inocente e ingenuo, recorre las dependencias de la casa y, así, tal como las ve, las plasma en sus lienzos. No se trata, pues, de reproducir, copiar, remedar los sitios de la casa en la que habita, sino de dar vida nueva, inédita, originaria, a esa otra casa que –siendo la misma- a él lo habita como niño. El sitio es el mismo, el propósito diferente, distinta la mirada.
Una mirada que se llena de la exaltación luminosa y múltiple de los colores, cuajada de utensilios y enseres que componen armonías y asimetrías, equilibrios y discordancias, plenitudes y vacíos… Es, en suma, aquella “torpeza” que Picasso echaba en falta para alcanzar la autenticidad de quien pinta como si lo hiciese por primera vez. Y, junto a ello, el humor, sutil, soterrado. El humor limpio, sin dobleces, que es uno de los atributos de la inocencia. Entren y vean. La puerta está abierta. Seamos niños de nuevo.
SABAS MARTÍN